Las historias se repiten…
Hay muchas maneras de abordar el climaterio y dentro de él, de cómo vivir la menopausia y los años que vienen detrás. Sin embargo llama la atención que la historia se repite dentro de los linajes con variaciones debidas a las circunstancias sociales y culturales de las mujeres. Más allá de las señales (o síntomas si los consideramos patologías), quisiera aquí hacer repaso a la historia de vida de mi propio linaje y desde ahí arrancar esta reflexión dedicada a las mujeres que estamos transitando esta etapa.
Al dejar de sangrar mensualmente, mi abuela (1919) se alegró porque se acababa la posibilidad de quedarse (otra vez) embarazada, y porque sus relaciones sexuales con su marido nunca fueron satisfactorias para ella, así que cuando él dejó de perseguirla porque estaba “seca” según las creencias de antaño que aún siguen rigiendo algunos cuerpos, ella respiró…. Esperó a ser viuda para empezar a vivir su propia vida y permitirse lo que no pudo realizar hasta entonces por tener que cuidar de su marido hasta el final: viajar. Empezó a irse con el Imserso, se hizo con un grupo de amigas, hasta que se encontró un novio que le prometió un piso en Benidorm y se fue con él, para sorpresa y revuelo de toda la familia. Para no alargar el relato, un mes después llamó a su hija para que viniera a buscarla urgentemente. Le dijo que ya había dedicado más de 50 años a limpiarle el piso y hacerle la comida a un hombre y que no estaba dispuesta a regalar ni uno más. Se volvió a unir a los viajes y a las amigas, riendo, bailando y cantando que es lo que le hacía verdaderamente feliz. Le dió un infarto en una fiesta de Carnaval un par de años después. En el hospital, la recuerdo diciéndome que no me casara nunca. Hasta ahora le he hecho caso.
Mi madre (1943) entró en una crisis brutal y, tras muchas dudas por no sentir que le abandonaba, se separó de un marido alcoholizado, el único hombre “que le había tocado” (así me lo contó). Hizo terapia y se puso “parches para los sofocos’ y reducir el exceso de calor (rabia) que le brotaba de adentro. La recuerdo llorando muchísimo, muy sensible a cualquier cosa, todo le dolía… Por esa época también empezó su consumo de ansiolíticos que a día de hoy (78 años) ningún médico le ha dicho todavía “Esto quizás ya no lo necesite, señora…”. Y ella tampoco lo quiere dejar, hay consumos que enganchan… Tras un año de terapia, ella también se volvió a enamorar y descubrió una vida sexual que nunca había tenido antes. 20 años después, el año pasado, se separó y se marchó con una mano detrás o otra delante, ya que el hogar que crearon juntos estaba a nombre de él…
Yo, (1967), repetí más o menos el patrón materno, con algunas variaciones…Me separé amistosamente del padre de mis hijos porque me enamoré de otro, que me descubrió aspectos de mi sexualidad que no había indagado hasta entonces, y tras 4 años me separé del amante bandido que ya había pasado a pareja formal. Igual que le pasaba a mi abuela no quería repetirme a mí misma….
Me perdí después cual la Perséfone del patriarca, me sumergí en mis bajos fondos, toque tierra y resurgí. Por primera vez “sola”, a los 46 años: pasé del pánico, a darme cuenta que, como dice Ursula Rucker”, “Lonely can be sweet”, es decir que estar sola puede ser una delicia. Me costó tres años de terapias, formaciones, círculos de mujeres descubrir que yo era feminista y que estaba recuperada.
Mi madre, mi abuela, mujeres anodinas, que hicieron ruido con su menopausia, sin ellas saber que sus hormonas guiaban sus pasos. Ellas ensancharon el camino para que yo, la próxima en el linaje lo encontrará más desbrozado, más amplio, más liviano. Así lo haré yo para la próxima generación, mi hija.
La Revelación menopáusica
Por la gracia de mi madre que me llamó tantas veces desobediente de pequeña e hizo que me lo creyera para el resto de mi vida, siempre me he cuestionado muchas autoridades impuestas… Y cuando caí en que quizás lo que me estaba pasando tenía algo que ver con mi menopausia, empecé a investigar qué decían las mujeres expertas en este tema. A la vez iba danzando el gran baile hormonal que me tenía muy movidita y recibiendo muchos ¡ajas!, de estas lecturas sororarias. Fui entendiendo que no estaba sola en este proceso: lo que me estaba pasando nos pasa a muchas, ayer, hoy y mañana…., pero no lo sabemos, solo nos llega el cuento patriarcal. Así que decidí contar la versión de las mujeres, la nuestra, la que empodera en vez de asustar.
Las primeras señales del proceso no son ni sofocos, ni sequedades. Las primeras señales empiezan algunos años antes de esos hits y son más bien psicológicas y emocionales: para muchas de nosotras, se traducen en ganas de mandarlo todo a la mierda. Es algo que llega casi de repente, muchas lo describimos como una revelación molesta. No nos gusta quienes somos, o mejor dicho, la vida que tenemos. El cambio hormonal que actúa incisivamente sobre nuestra manera de percibir la realidad, nos dice, a veces a gritos que algo tiene que cambiar y de manera muy radical para algunas. Desde relaciones personales a los trabajos precarios y/o excesivos, a nuestra sexualidad, nuestro auto cuidado, nuestros deseos…, todo se pone encima de la balanza menopáusica. También la mayoría caemos en la cuenta de que estamos exhaustas, metidas en una rueda vital que más que privilegiada parece sobreexplotación que sin embargo no podemos parar porque, ¿quien va hacer lo que hay que hacer si no lo hacemos nosotras?
Que le hagamos caso o no a ese proceso ya es cuestión de cada una y de sus circunstancias… Es cierto que algunas pasan todavía por encima de esta revelación a base de recetas prescritas para acallar la voz de la menopausia, a veces no queda tra que tirar hacia adelante. Pero sería importante hacerle caso, porque, por lo vivido y lo compartido con otras, trae más aciertos que fracasos…
El problema es efectivamente que la mayoría llegamos con enorme desconocimiento sobre el proceso, vamos con miedo pues la patologización de la salud femenina (ciclo menstrual, embarazo, parto y proceso menopáusico, ) sigue siendo evidente y además es una fuente de beneficios exorbitantes para Papa Consumo. En los países ricos, dónde vivimos las “privilegiadas”, en estos últimos diez años nos han empezado a vender la menopausia porque las que la estamos transitando somos las generaciones del baby boom, es decir que somos muchas y la mayoría con recursos económicos. Así que ahí están las resplandecientes y maravillosas canas, los beneficios de los suplementos nutricionales, suplementos hormonales, remedios naturales en la sección parafarmacia, geles vaginales para seguir con la vida sexual como si nada y demás enseres que van apareciendo para supuestamente apoyar nuestro proceso. Una larga cola de productos que podemos adquirir a base de tarjeta de crédito para paliar los efectos del envejecimiento, pues con eso es con lo que más juegan, nuestro miedo a envejecer…Sólo en la etapa del climaterio, periodo que engloba la pre y post menopausia, las mujeres privilegiadas movemos millones a través del consumo de ansiolíticos o antidepresivos recetados con demasiada normalidad cuando una mujer en climaterio acude a su centro de salud para decir que se siente un tanto deprimida…
Ahí afuera, sigue sin interesar que las mujeres menopáusicas nos sintamos dueñas de nuestro proceso, sino que interesa que nos sintamos asustadas y necesitadas. Pero a nosotras sí nos interesa saber, aprender, tomar decisiones propias sobre nuestra salud.
A vueltas con la “salud”
“La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. El goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social.” Preámbulo de OMS
Nuestra pre menopausia, que arranca alrededor de los 42 (si, si), es un freno en seco para mirarnos a nosotras mismas, para hacer balance y revisar si nuestra SALUD, tal como la define la OMS, está bien. Y mirarla de esta manera integral, con el tema relacional y emocional por delante. La mayoría, cuando empezamos ese balance nos damos cuenta que estamos hechas una piltrafa….
Yo pregunto: ¿nuestro estado se debe al proceso de climaterio en sí o al estilo de vida que nos ha tocado llevar para sacarnos las habichuelas, para merecer un lugar en el mundo, para ser socialmente reconocidas, para estar sexualmente liberadas, o para atender a nuestros hijos e hijas que muchas veces son todavía muy pequeños cosa que choca con lo que nos pide el cuerpo en el momento que estamos transitando y que no es más que perdernos en algún paraje salvaje? ¿No tendrá que ver con todo lo acumulado, lo soportado?
Personalmente, al inicio de esa época caí de bruces, efectivamente exhausta y en un estado de arrepentimiento por todo lo no hecho, lo no dicho, lo no vivido, y por darme cuenta de cuántos errores cometidos… Igual que mi madre, lloraba por las esquinas, gritaba a todo quisqui y luego me sentía fatal, claro, como no…. Hasta que un día me harté de la frase que me repetía hacia adentro: “Pero que capulla has sido, pero que capulla eres…” Capulla, tonta, lela, con las arrugas haciéndose cada vez más visibles, con el miedo a envejecer, a perder autonomía, miedo a mi economía, al futuro…y con todos los demás sustantivos o adjetivos bajoneantes que se te están pasando por la cabeza…Un buen día, la danza hormonal me trajo unos de sus revelaciones: decidí resignificarme.
Nace Kapulla
KAPULLA, con K de Kaos, sí, aceptando el caos que sentía dentro de mí, como punto de partida, como inicio de algo que no sabía qué iba a ser pero presentía camino a tomar.
Kapulla también desde ese significado que la palabra tiene: transformación. Asumirme en constante transformación,darme permiso para decir hoy esto y mañana aquello, permiso para errar y rectificar, para cambiar hábitos, para re esculpirme.
Esta fue mi decisión más acertada en la pre menopausia. Dejar de exigirme tanto, dejar de necesitar abarcarlo todo, controlarlo todo, dejar lo de afuera, y bucear por un rato, hacia adentro, a ver quien era esta mujer, qué quería, que deseaba. En resumen, atenderme.
Menopausia y liderazgo
Una mujer en menopausia es una mujer que puede estar física y mentalmente muy sana y muy cuerda, que va asegurando más y más sus pasos hacia la maestría de vida y desarrolla con arte su capacidad de intuición. Reúne la experiencia y el conocimiento y por ello tiene la capacidad de ser líder. Desarrolla un sentido del humor exquisito y no tiene ningún o pocos pelos en la lengua. Normalmente ha perdido el miedo al juicio externo y va “a su bola”.
En las sociedades matrísticas (si es que queda alguna después de las masacres), las mujeres en menopausia, son líderes respetadas por sus pueblos: consejeras, sanadoras, tomadoras de decisiones… Siento y pienso que este es un camino a recuperar para este lado del mundo, dónde ahora cada vez se invisibiliza más a las mujeres maduras, sería tomar un camino que nos lleve de vuelta hacia el respeto a la vida y a sus etapas, a los liderazgos basados en la experiencia de vida, maduros, entrañables y compasivos, pero también firmes y con un sentido de la ética. Pero, si soy sincera, no sé si vamos a ser capaces de recuperar esto…No dejaré de intentarlo así todo.
Quizás si nosotras empezamos a darle la importancia a la experiencia de vida de otras, si no queremos ser las primeras en recorrer el camino y aceptamos que antes que nosotras hubo otras y que no fueron las que nos transmitieron el patriarcado. Ellas como nosotras se colaron por las grietas y a su manera hicieron política feminista. Si entre nosotras, creamos una red intergeneracional, llena de cuidados, de escucha activa recíproca, recibiendo lo aprendido y aportando lo nuevo…
Siento y pienso que, para ello, para poder recuperar este papel, es necesario que nosotras creamos en esa sensación que bulle dentro, entre sofoco y sofoco; que nos sintamos importantes, necesarias, imprescindibles, en nuestros distintos ámbitos sea doméstico, amistosos o profesionales. Siento y pienso que es importante que nos aceptemos mayores, maduras y renunciemos a dejarnos liderar internamente por una niña herida.
Re-apoderarnos de nuestro proceso
Hay un enorme movimiento de mujeres jóvenes empoderando su vida a través del conocimiento de su sexualidad, aprendiendo cómo funciona el ciclo de la sangre, cómo van variando las hormonas a lo largo del mes lunar y cómo eso influye en nosotras, en nuestro estado emocional, en nuestra forma de percibir el mundo. Saber todo esto ayuda a regular la vida, a tomar decisiones en el preciso momento, a ir a favor de nosotras en vez de chocar una y otra vez contra la misma pared.
Nosotras, las que vamos, estamos o hemos pasado por el momento de la retirada del sangrado, tenemos acceso hoy a mucha información a nuestro favor para también comprender, mirar y atender a este nuevo estar que nos acontece en cuerpo y mente y si bien quizás vamos a repetir situaciones de nuestro linaje, si hacemos el trabajo, será para sanar las heridas patriarcales instaladas en las cuerpas de las mujeres unidas por lazos genéticos.
Salir de la zona de invisibilidad: empezar a brillar
Sería importante por supuesto que la sociedad se nos tuviera en cuenta, que socialmente se nos viera. Eso ayudaría mucho, muchísimo. Ahí está nuestra rabia: si ya de por si la condición “mujer” nos hace no ser tenidas en cuenta, cuando llegamos a los 50, apaga y vámonos. La mujer madura siente que va desapareciendo del centro de la escena al mismo tiempo que intuye que es importante su papel, que tiene mucho que aportar. ¿qué podemos hacer con esa rabia, entonces?
Como siempre va a hacer falta que nosotras empecemos. Ya hemos empezado, Llevamos años en ello. Pero esta vez somos más, somos muchas las privilegiadas con ganas de dar un salto hacia una segunda rebeldía. Este es un factor a nuestro favor: somos masa crítica así que contagiemos a cuantas más podamos.
Empecemos pues. Empecemos a revisar nuestra salud, desde ese precioso (y un tanto irónico) preámbulo de la OMS . Empecemos a resignificar nuestras menopausias, seamos Kapullas, muchas.
Hoy vine a celebrar el día de la Menopausia, a brindar con todas aquellas que están en ello, a darles ánimo, fuerza, a decirles que estamos aquí, que vamos, que venimos, qué hay red, que somos cada día más las Kapullas con ganas de accionar, que cómo dice la canción:
“Que yo ya sé lo que voy a ser de mayor
Seré una linda vieja en un cuerpo agitador!”
Empecemos a poner orden a nuestra SALUD COLECTIVA. Hoy en día, puedes encontrar mucha información distinta a la que te cuenta el cuento del patriarca.
¡Salud y alegría, compañeras!
Cristina Quijera, Cuerpo Y Autonomía
Proyecto Segunda Primavera